
Tras un periodo de calma chicha y una primavera de derribo, el precio de la electricidad vuelve a ser un problema. Infinitamente menor que durante el amargo trago de la crisis energética, cuando se convirtió en el principal factor de impulso de la inflación, pero un problema al fin y al cabo. La enésima escalada en la cotización del gas natural y de los derechos de emisión de dióxido de carbono (CO₂), son, una vez más, los principales factores de un cóctel que tiene como grandes paganos a los consumidores con contratos vinculados al mercado mayorista. Entre ellos, los ocho millones de hogares que apuestan por la tarifa regulada o PVPC.
El gas, entre los fundamentales y la especulación
Como prácticamente siempre que pintan bastos, la renovada presión sobre el mercado gasista tiene algo de fundamentales y bastante de especulativo. «Influye el aumento de la demanda de gas natural licuado por el frío en Centroeuropa, que los depósitos europeos se están vaciando más rápido de lo previsto y que hay dudas sobre qué pasará con el contrato de suministro de gas ruso a través de Ucrania, que vence el 31 de diciembre», resume por teléfono Pedro Cantuel, de Ignis Energía. «Pero hay, también, muchísima especulación en el mercado: las posiciones largas de los fondos de inversión en el TTF están en máximos, apostando porque va a seguir caro, al menos a corto plazo». Los 45 euros actuales, recuerda, son prácticamente el doble de la media histórica anterior a 2021.
